Comentamos un poco más sobre los trescientos hombres del pequeño ejército de Gedeón que Jehová usaba para librar a Israel.
“Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón! Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento”.
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. 2 Corintios 4:7
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz; sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia …” Efesios 6:13-18
Pienso yo que los paralelos entre los soldados de Gedeón y los versículos citados son fáciles de reconocer. Notamos que los cántaros que se tomaron eran vasos vacíos. Así nosotros si el Espíritu Santo nos ha de llenar con su poder tenemos que ser primeramente vaciados de otras cosas. Claro que la morada del Espíritu es cada creyente individualmente y además somos sellados por el Espíritu después de haber creído. Pero a pesar de que cada creyente es la morada del Espíritu Santo, no cada creyente es “lleno del Espíritu” pues de otro modo, ¿cómo podría Pablo decir “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”? Efesios 5:18 El vino no es necesariamente alcohol (aunque puede ser) sino embriagados con el espíritu de este mundo que nos hace inútil, e impide que seamos “llenos del Espíritu”. Así la obra del Espíritu en nosotros es a veces vaciarnos primero para que seamos llenados con otra cosa. Por eso a veces pasamos por tribulaciones y tristezas, pues estas cosas nos sirven para vaciarnos más.
¡Y el vaso vacío era entonces quebrado! ¿No es suficiente que seamos vacíos del mundo y mundanalidad? ¿Tenemos que ser también quebrados? Pues, si, “para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. No es ni cómodo ni agradable ser quebrado pero es algo que Dios obra en nosotros con toda ternura y amor, conformándonos a la imagen de su hijo.
Note por favor que también decía Gedeón que habían de permanecerse parados, inmovibles. “Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento”. Es contra la naturaleza no estar siempre haciendo algo; pero acá los soldados al principio no tenían que hacer nada menos mantener sus lámparas arriba, dando la impresión a los madianitas que habían muchos cuando era en verdad bien pocos. ¿Nos gusta ser pocos en la congregación? Me parece que no, normalmente lamentamos que somos pocos. Pero a veces el mandato es “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad …” Me encanta pensar de los siervos de Dios en el tiempo de Zorobabel que eran muy pocos, un pequeño remanente muy débil y con poca energía para construir la casa de Jehová. Pero bajo la predicación y ánimo de los profetas Hageo y Zacarías, se levantaron y se animaron para volver a construir. Dijeron a los que querían impedir la obra de construcción “Nosotros somos siervos del Dios del cielo y de la tierra, y reedificamos la casa que ya muchos años antes había sido edificada …” Ellos se ponían fuertes, como los soldados de Gedeón, manteniendo su testimonio en firmeza pero a la vez una humildad muy admirable. Dijeron en tantas palabra que Dios es muy grande, el Dios del cielo y de la tierra, y nosotros no somos nada pero tenemos una tarea que Dios nos dio a completar y así lo vamos a seguir haciendo.
¿Nos ha dado a nosotros también un testimonio para rendir, estando firmes bajo críticas y protestas que no estamos haciendo nada importante? A mí me parece que sí; “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. 1 Corintios 10:16-17 “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. 1 Corintios 11:26
Gedeón con sus trescientos empezaron la batalla con mucho éxito. Después, llegaron otros para ayudar. “Gedeón también envió mensajeros por todo el monte de Efraín, diciendo: Descended al encuentro de los madianitas, y tomad los vados de Bet-bara y del Jordán antes que ellos lleguen. Y juntos todos los hombres de Efraín, tomaron los vados de Bet-bara y del Jordán …” Veremos Dios mediante la semana que viene que los hombres de Efraín estaban descontentos que no eran entre los primeros trescientos y como Gedeón con palabras pacificas los apaciguaban.
8 abril de 2018